miércoles, febrero 06, 2008

El Final

No estaba durmiendo. Tal vez porque sus entrañas le decían que el sueño, en esas situaciones, era un amigo detestable que te traicionaba junto a los nervios. Bastaba con que estuviera presente uno, dentro de esa cáscara oscura y claustrofóbica, como para que el otro se hiciera presente, haciendo pesar los párpados. O simplemente, el compás lento que marcaba la gotera del techo, lo desvelaba.

No estaba durmiendo. Miraba al techo tirado en el catre, mientras una fina linea de humo conectaba, con un hilo oloriento, los barrotes de la ventana con el sol que despertaba a lo lejos, sobre los árboles muertos del horizonte.

La puerta que se abre, y la luz hiriente, fría, esteril, del pasillo en donde todo deja de contar. No le hace caso a las voces que los rodean, ni a los diarios, ni a las pantallas de televisión, ni a los gritos que surgen de la radio, ni a los que entran de afuera. Para él todo se reduce al paso que precede su otro paso, al camino que se teje delante de él.

Atrás queda todo. El catre, los barrotes rompiendo la llanura, el sol hiriendo los árboles.

Unas últimas palabras le piden. Él, calla.

Vaya a saber desde hace cuanto sus palabras son gotas muriendo junto a las horas.

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