miércoles, febrero 13, 2008

Pesadillas de azufre dentro de mi maletin.

Caminar por el boulevard,
en febrero y a eso de las diez de la noche,
a uno le da frío, ya,
como si el verano se hubiese batido en retirada,
caótica retirada entre praderas inflamables,
pero olvidandose de quemarlas.

Sí,
tanto así.

En la conciencia
grabo los rostros de una multitud errante,
un río que cae
con lentitud
hacia la represa.
¿Hay libertad en ese cauce
de ojos azules, anteojos negros
y caderas que enamoran
a los flojos de corazón?

Levanta la vista, che pibe.
Que no te lleve la vida puesto
por delante,
que vai a terminar
vaya uno a saber donde,
preso entre escotes
y las piernas
de esquinas imprecisas,
que se duermen en las noches.

No hay promesas,
te terminás dando cuenta de eso,
entendes?.
La única certeza que tenés
es que las agujas corren,
las hojas se caen,
y seguís parado bajo el mismo cielo,
solo que moteado de diferentes nubes.

Ah!
me olvidaba.
Y estate seguro
que por más que laves
hay sangre
que de tus manos
no se van.
Eternas,
en las cicatrices
que se tejen
sobre tus brazos,
quedan las marcas
de lo que querés callar
pero no podés.

0 sorprendidos por semejante idiotez: