martes, julio 31, 2007

Delirio I: Soriano Escribia de Noche

Esto es algo que rescate del disco duro de mi máquina... Tiene más de tres meses, pero a falta de algo mejor... se los dejo...


Soriano escribía de noche. En este preciso instante, mientras recuerdo brevemente y pienso en el suplemento que conmemora y recuerda los diez años de su muerte, me pregunto si será esa la principal razón por la que me encuentro sentado a esta hora de la noche.
¿O será melancolía lo que me mueve a estar sentado acá? ¿En estos momentos cruciales, en estas horas en las que impera el sueño y sólo desvelados y soñadores se atreven a romper el encanto nocturno de los oníricos placeres, que hace que me siente y mire fijamente como un corredor, una simple marca parpadeante en un viejísimo monitor, se desplaza dejando detrás de sí, tal cual restos de tinta deja la pluma, letra tras letra, palabra tras palabra, que van conformando una idea a la cual aun no percibo, por más que mi esfuerzo sea, de a momentos, sobrehumano? ¿Qué soy yo, en definitiva? ¿Desvelado o soñador?

Esta última pregunta puede ser aquella que ha despertado en mi la curiosidad y necesidad imperiosa de una respuesta, no sólo a esta pregunta en particular, sino a otras tantas. Pero ella ha sido el “leitmotiv” de esta cuestión que me ata a una incomoda silla, ergo incomoda postura, en busca de una respuesta que tal vez no se encuentra al final de una idea que ronda dentro de mi cabeza, ni en la lucecita parpadeante del celular, que me comunica con otro desvelado o soñador como soy yo.

A lo mejor, la respuesta se esconde dentro de los vacíos que la pregunta en sí no responde.
¿Desvelado o soñador?. La pregunta contempla dos opciones nada más. Entonces, es muy posible que la respuesta se encuentre en las opciones no contempladas por el interrogante.
Siempre y cuando usemos la premisa que la respuesta se encuentra fuera de los signos de interrogación.

Esto surge del hecho que una alternativa con dos opciones siempre nos dejan, al menos, dos alternativas más que están implícitas en las mismas dos opciones propuestas. Al llegar a una bifurcación, tenemos dos opciones claramente definidas: Ir para un lado (“Desvelado”) o ir para otro (“Soñador”). Sin embargo, de estas dos propuestas surgen otras dos (como mínimo): Quedarme en mi lugar y desandar el camino andado. Como volver en el tiempo aún nos es físicamente imposible, es decir que no podemos volver al estado de no “estar sentado...en estos momentos cruciales”, etcétera, nos queda la alternativa de no elegir camino alguno. Esta opción trae aparejada consigo el interrogante que nos ponemos y que no podemos resolver.

Pero, además de estas tres opciones, de las cuales una es la situación que sitúa el interrogante, podemos establecer diferentísimas opciones que se encuentran a mediados de camino entre “Desvelado” y “Soñador”.

El verdadero problema surge recién ahora. Debemos (o debo, depende del grado de autobiográfico que ustedes vean en este texto) establecer, en un principio, que es lo que nos (reemplacen “nos” por “me”, si así lo desean) motiva para estar despiertos, y de ahí recién podemos intuir cual de las opciones que nos da la pregunta y su vacío (“Desvelado”, “Soñador” y las infinitas variantes que van de un extremo a otro) puede llegar a ser una de las posibles respuestas. Aquí surge otro problema inmediato a nuestra(mí) situación: La respuesta, ¿es parcial o total? ¿Soy completamente un “desvelado”, o yace dentro de mí una pequeña parte de “soñador”? ¿Me encuentro aquí porque soy la respuesta a una incógnita mal formulada o porque hubo una motivación superior, algún extraño “motivo conductor”, que me llevo a sentarme aquí?

Partiendo de este pequeño hecho y de todas las disyuntivas que surgen de él, nos encontramos de vuelta al principio: ¿Por qué estoy sentado, a las tres y media de la mañana, escribiendo? Bastaría repasar las hipótesis que hemos (de vuelta, usen “he”, si quieren) planteado, pero llegaríamos de vuelta al mismo punto, y lo único que podríamos demostrar es cuan cíclico es, en determinados casos como el de la disyuntiva de elegir entre “desvelado” y “soñador”, el funcionamiento de un interrogante equívoco.

Entonces, es ahí donde surge nuestro “leitmotiv”, después de la digresión que nos ha llevado desde Soriano a las alternativas que se ocultan fuera de la pregunta: Me encuentro sentado, a las tres y media de la mañana, porque me mueve la nostalgia y porque soy un desvelado soñador.

Hay veces que la respuesta radica en la única opción que pocas veces se contempla: La que nos indica que no tenemos porque dividir las alternativas en dos espectros radicalmente opuestos.

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