jueves, octubre 25, 2007

Imperio

Haciendo un movimiento de arco con el brazo, quiere abarcar todo lo que está al alcance de su vista, en un sólo y extendido gesto. Detrás de su prisión de vidrio y madera, me mira y sonríe, orgulloso y soberbio.

- Este es mi Imperio - me dice, enfundado en el orgullo de alguien que puede decidir sobre la suerte de los demás.
- ¿Imperio? - le pregunto
- Sí, boludo - me espeta, alzando una ceja, como si fuera estúpido o no conociera el concepto -, imperio. Julio Cesár, Carlomagno y toda la huevada. Imperio.

Miró a través del cristal que cuelga entre su bizarra concepción del mundo y asiento en silencio, midiendo cada una de esas palabras, que estallan en ecos sordos dentro de las paredes de mi cabeza.

- ¿Por que imperio?

Me mira de vuelta, como si fuese yo un recuerdo gracioso o un bicho escapado del zoológico que está cerca de aquí, cruzando las aguas sucias del parque. Suspira y me sonríe, de vuelta, con un gesto medido, con cierto aire de paternal altanería.

- Imperio, porque soy emperador - dice, y en sus ojos brilla cierta luz megalomana de satisfacción -. Decido sobre estas personas con puño de hierro, tratandolas bien o mal a mi antojo. Soy vínculo necesario entre el principio y los fines.

Sorprendido, me levantó y me dirijo a la puerta, cruzo al frente de él y me planto enfrente de la gris ventana que refleja un fantasma de imprecisos límites. Puedo ver que está soldada arriba y abajo. Con razón tanto calor en esa parodia malograda del infierno.

- ¿Vos decidiste soldar las ventanas?
- No
- ¿Vos decidis tener el aire acondicionado apagado, con el calor que hace?
- No.
- Ahhh...

Me dirijo a la puerta y salgo, de vuelta a Córdoba, donde no soy más que una persona que espera. Pienso en el pobre diablo que se cree emperador cuando en verdad es un preso.

- Sólo los que han trepado hasta la cima y han caído - me dijo una vez un amigo - pueden afirmarte que la diferencia entre emperador y preso es la corona con la cual deciden encumbrarte.

Atrás mio queda el Hospital de ventanas grises y soldadas. Tal cual recuerdo, de mentiras y régimenes.


1 sorprendidos por semejante idiotez:

Bustos Domecq dijo...

Felicitaciones, plasmaste a la perfección la peor soledad que pudo parir el capitalismo