miércoles, febrero 06, 2008

225

Hoy quisiera ensayar unas palabras inolvidables.
Algo así, que te marque en el primer momento,
te agarre y no te suelte.
Mis preferidas dicen:
“El hombre de negro huía a través del desierto,
y el pistolero iba en pos de él”.

Leer sentencias así me destroza.
Genialidades ajenas que hubiese deseado
haberlas trazado yo.

A mí derecha hay un mueble.
Una estantería, bah, en donde
esta el pequeño cosmos
que me identifica de a partes.
Veo los tomos amontonados
en un desorden que es costumbre
y veo todas las piezas de mi
rompecabezas mezclarse.

Es una parte, eso sí.
La otra, son los discos guardados
en las cajas que no les corresponde.
Esto que escribo es, en parte,
un regalo de los recuerdos,
de mensajes guardados en el celular,
y la voz de Till Lindemann
rugiendo
“las aguas profundas no se calman”

tiefe wasser sind nich still, dice
para ser exactos.

Quisiera escribir algo que haga decirles
“la puta, mira lo que escribe este chabón”,
pero no sé. No me animo o no me sale.
Ensayar solemnidades es un pecado el cual
no me animo a cometer.

Miro mi ensayo de biblioteca y pienso
todas las palabras que preceden estas,
los cimientos sobre los cuales
se erige este mundo insostenible.
Elijo al azar una portada y dejo
que ella hable por mi.
Yo, también, escucho.

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