Se enlazaban hasta el infinito los anillos húmedos sobre la mesa.
Hasta el infinito, escapándose de la mesa.
Cruzando la puerta y cruzando la peatonal sin sentido ni direccion fija. Sólo viajando hacía donde se posara el vaso nuevamente.
Llegando a la Colón y bajando por General Paz.
Frente a la Catedral, enlazados estaban, uniendo esos hilos invisibles que vibran con el paso de las personas.
Y él, ahí, lejano al mundo.
Viviendo para todos. O para nadie
viernes, febrero 01, 2008
La soledad
escrito por Matías Orange por'ai, cerca de las 8:47 p. m.
una caradureza llamarlo cartografía ombligocéntrica, literatura, obsesiones
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