jueves, enero 17, 2008

Diario: Dia 5 - Parte 2

Día 5 – Parte 2

Shallow skin, I can paint with pain
I mark the trails on my arms with your disdain
Slipknot – Everything Ends

Decir, a esta altura del cuaderno, que enero es un mes imposible, harto aburrido y que sería mejor que del 31 de diciembre pegáramos un salto hasta mediados de febrero, más o menos, es una obviedad para todos y cada uno de los cordobeses que, como yo, buscan en estos mediodías adelantados de sol abrasador un lugar de ligera frescura, como para tratar de llegar a la noche, esa noche cuya luna recién es contemplable en su esplendor cerca de la medianoche.

Pobre quienes tengan que escribir sobre la luna, digo. Los del Gobierno no pensaron en todos los poetas que pululan por estos lares cercanos a las sierras. Ni en el reloj biológico de todo el mundo, dicho sea de paso.

Ahí me encontraba yo, entonces, sentado en el bar, bebiendo un café cerca de la una y media de la tarde. No me sentía extrañado, porque siempre fui de hábitos algo taciturnos y de despertarme bien entrada la mañana. El café era en parte para estimular ese sector de la mente al cual asocio con la creatividad, y que se aloja detrás de mi ojo derecho. Los días después de un trabajo intenso me despertaba casi siempre con un fuerte dolor punzante en ese lado de la cara, y los médicos a los que consulte y parte de mis amigos decían que se debía a que pasaba demasiado tiempo mirando la pantalla de la computadora, y que nada tenía que ver mi vena poética con eso. Yo los miraba algo estúpido por el efecto de los analgésicos y de la cafia, tras lo cual los despedía y me sentaba sólo en el departamento a putear y a tratar de seguir escribiendo.

La razón por la que tomaba café esa mañana era bien distinta. La última semana me había dedicado a un frenesí alcohólico en base a la fermentación de la cebada, cuyos resultados visibles fueron otros que iban un poco más haya a la falta de creatividad que traía consigo estar tirado sobre un sillón, a medias desmayado. Dolor de cabeza, dolor estomacal (especificar “hígado” es otra obviedad innecesaria), irritación de... bueno... se imaginan, además de un estado de ánimo ya de por si bastante despreciable.

Sobre estas cuestiones me quedaba meditando, mientras revolvía lentamente el café. Como siempre, por más que en un principio no me lo propusiera, terminaba haciendo un repaso y un pequeño balance de lo que había sido el año anterior, y tratar de vislumbrar lo que me deparaba este. En frente de mí, los cadáveres de las bolsitas de papel del azúcar bajo en calorías me recordaron una noche que pase con unos amigos en otro bar, un poco más alejado de ahí, y con mucha mayor predisposición para encarar otro año que nacía. Perdí aquella inocencia, pensé, mientras una cascada cristalina rompía el embrujo ocre de la espuma. En ese instante, el “Gordo” se sentó en la mesa.

La frente perlada, la nariz ganchuda donde una vez nos dijo que se había reventado un grano con una cuchillita gillette, los dedos chuecos que apuntaban cada uno en dirección diferente y que únicamente parecían coordinar cuando agarraba el joystick de la playstation, la camisa sudada y unos cliches verbales que portaba desde nuestras épocas de pendejos gamers (o sea, viciosos) y jugadores de picados bajo la lluvia, son la mejor forma en que puedo definirlo. Siempre voy a guardar un buen recuerdo de él, al punto tal que una vez le dediqué un cuento que escribí para un concurso literario, en mis tempranos años de juventud.

Para Pablo G., decía, por pelotudo.

Los jueces no supieron entender esa muestra de amistad fraternal.

Se sentó al frente mío y le pidió a la moza que le trajera una cerveza. Hice una mueca cuando le especificó que fuera una Quilmes.

- Y trae dos vasos – aclaró, mientras miraba a la moza morocha irse caminando. No sé porque razón, pero me pareció que ella era un fragmento de la ciudad que latía detrás de la frágil piel de vidrio que nos contenía. Hacía tiempo que ese sentimiento no me asaltaba. Agité la cabeza, con la esperanza de poder erradicarla por unos instantes de mi mente. Necesitaba abstraerme.

- ¿Para qué dos vasos? – le pregunté a Pablo.
- Para que tomemos y brindemos, bolu, si hace un montón que no nos vemos. Desde el año pasado, más o menos.
- ¿Con veneno querés que brindemos?
- Uh – dijo como diciendo “pero que rompepelotas que sos, chabón” -. Mierda que te volviste exquisito desde que agarraste aquel laburo.

Con aquel laburo se refería a mis días de trabajo en una funeraria de mi pueblo. Lástima que esto es sobre el presente, porque esa parte de mi pasado cuenta con algunas delirantes anécdotas.

- ¿Qué queres tomar, entonces?
- Algo que se pueda tragar, sería un ejemplo – le dije.
- ¿Y algo que se pueda tragar que vendría a ser?
- Y... Un ferné con coca, una heineken o una Corona...
- Ehhhh – otro de sus cliches heredados de la adolescencia - me queré fundir, vos?

La moza depositó los vasos y nos miró extrañada. Estábamos discutiendo en voz alta y el gordo algo se había exaltado. Yo tenía un atisbo de sonrisa en la cara. Tal vez fueran los ojos de ella y el recuerdo que traían sus cabellos y su sonrisa, o fuera a Pablo, a quien tenía al frente y que parecía en verdad indignado por no querer aceptar la Quilmes.

- Trae una Heineken, por favor – le dije y su mirada marrón brilló con demasiada intensidad. Tal vez fuera que el aire acondicionado me había puesto algo susceptible, pero algo en mí se había destrabado.

Pablo se relajó y la silla rechinó debajo de su cuerpo.

- ¿Y? – me dijo -. ¿Qué mierda era lo que te estaba pasando?

Una sonrisa se asomaba en mis labios, y se contagió de pronto a la suya.

- Nada, gordo. Nada me andaba pasando.

3 sorprendidos por semejante idiotez:

. dijo...

Pablo G.

Jime Ardini dijo...

Escribís muy lindo, entretenido para ser una aburrida tarde veraniega...
aun seguimos esperando que aparezcas por alguna reunión de bookcrossing, donde te convidaremos con Stella Artois :P

Matías Orange dijo...

@Pablo: Sí, pero no es por vos. Todo esto es producto del aburrimiento laboral y etceteras, y que la segunda incial del personaje fuera coincidente con tu apellido, una extraña coincidencia. Tengo que fijarme antes de cerrar los ojos y apretar teclas a ciegas en el trabajo.

@Bambi: Gracias... Yo tambien tengo ganas de dejarme caer por ahí, pero estoy a mil con el trabajo y casi siempre los martes no tengo mucha suerte en materia de francos...

Y digamos que la Stella Artois es lo mejorcito, sacando, por supuesto, a la Heineken y a la Corona...

Saludos y gracias, gente! Espero verlos pronto...