viernes, diciembre 21, 2007

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Puedo sentir,
en esta curva perdida
de un camino intransitable,
el dolor,
que clama
naciendo en lo profundo
de la condena
acerosa.

Hiriente en
una distancia basada en
agujas
carteles
montañas
con un silbido apagado
tu voz susurra en mi oído
la paz
que comprendo
pero que no existe.

Tal vez, tras las ropas
que te contienen,
hay una ciudad que clama
por despertar.

Esta cárcel de arena
desdibuja la distancia
que se empecina
en forzar el eco
de tu voz
que se abate
ruidoso
en la tormenta.

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