viernes, agosto 24, 2007

Fragmento: "Mi Nombre es Quint" (Quint's World), por Samuel Fuller

"Mi Nombre es Quint", Capítulo 18. Por Samuel Fuller
"Quint's World", chapter 18. By Samuel Fuller



Durmieron juntos, con una distancia de mil kilómetros entre sus cuerpos. La fatiga noqueó a Quint de inmediato, pero Safo se quedó mirando el techo y oyendo su pesada respiración. De vez en cuando llenaba la oscuridad con un gemido. En un momento dado, Quint se movió y su rodilla le tocó el muslo. La intensidad de esa sensación absorbió su atención. Él corrió su rodilla. La intensidad persistió.

Su odio por él y su amor por él la hicieron enfurecerse consigo misma. Se estremeció.
Extendió las piernas y se encontró pensando en Bryce. La mano de Bryece en su rótula había sido siempre agradable, pero excitante nunca. Bastante más joven que Quint, Bryce era un hombre poco complicado que no conseguía lo que Quint podía hacer con su mano. La mano de Quint había causado siempre una turbación dulce, aunque telegráfica. Siempre fue demasiado complicado para ella. Le producía el mismo efecto que un libro demasiado voluminoso: la abrumaba. Su influencia la había destrozado a tal punto que ella se convirtió en una cínica sana igual que él, que podía saborear la falta de esperanzas sin quedarse rumiando la futilidad de amar un hombre demasiado viejo para ella.

Quint tenía la teoría de que la vida y el sexo no significaban nada, pero eso nunca había atenuado el placer de dormir en sus brazos. Hasta que él la canjeó por razones de seguridad. La puta seguridad de su trabajo. ¡Un trabajo! ¡Su puto trabajo! Ese acto le costó a Quint su credibilidad como hombre. En lo que a ella concernía,el hombre dormido a mil kilómetros de ella en la misma cama era un verdadero bastardo.
Y sin embargo, ¿no sería demasiado susceptible? ¿Qué importaba su código? ¿Para qué necesitaba Quint un código? ¿Para qué necesitaba cualquier hombre un código? ¿Para qué necesitaba cualquier mujer un código? Todos los códigos finalizan con la muerte, ¿no? Ese breve interludio masticable entre el nacimiento y la muerte debería disfrutarse al máximo sin lamentaciones, sin justificaciones, sin esperar que los hombres y las cosas fuera actos concretos y no abstractos.

Sintió la traición a los ideales, y el miedo a su propio miedo por su necesidad de ser amada. Sabía que era incapaz de sustentarse sólo de amor. Quint le probó que era incapaz.

Para él, había reconocido ella dos años atrás, su conducta había sido perfectamente honorable y dentro de las leyes con las que él regía su vida. Su código no tenía fundamento. Era una emoción sólo anclada en sí misma. Sin comienzo. Sin final. La dirección de su vida, la esencia de su conducta estaba dirigida a las cosas esenciales de la existencia. Una obsesión ritual. El perdedor toma todo. Ése era Quint. Él no creía que las personas debieran ser espectadoras de su propia desesperación. Debían hacer algo al respecto. Y cuando le llegó a él el momento de hacer algo, lo hizo, sin sentirse nunca culpable, sin sentirse nunca superficial, sin dejar nunca de sentirse heroico.

Él había tenido que hacer algo con respecto a su destino, y lo había hecho. El hecho de que al hacerlo hubiera alterado el destino de ella no le había preocupado, porque entendía que el destino era una palabra vacía a menos que uno hiciera algo al respecto. Y no esperar que sucediera.

Durante dos años agónicos ella se había obligado a aceptar el acto de Quint, que consistió en pasarla de su cama a la cama de Bryce. Se había portado honestamente con ella. Suprimió de un corte toda la basura y las mentiras entre un hombre y una mujer en la cama.

Lo miró. Nunca había dicho <>. Estaba ahí, cerca de ella, para mantenerla con vida. Y, tal como él mismo había señalado, para seguir con vida el también. El hecho de que pudieran sobrevivir, dependía de que pudiera arrancarle la verdad a Zozo.

¿Y luego qué? ¿Lo saludaría y le daría las gracias? ¿Lo saludaría y lo dejaría para siempre? ¿Volvería a su cama? Y si así fuera, ¿por cuanto tiempo?

Si vivían, le gustaría estar completamente entera y en sus cabales en el momento de la confrontación con él. Le gustaría mucho.

Cerró los ojos.



No tengo un estado de ánimo particular. Solamente me acordé de la vez en que leí ese capítulo y que me había dicho que me tomaría el tiempo de subirlo al blog.

Hasta luego...

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