jueves, noviembre 22, 2007

El Pistolero

En la apostasía de todas las historias


queda callada la voz de un hombre que camina


desandando trechos milenarios en un horizonte


cargado de misterios sombras


energía


y anagramas


de figuras oscilantes


en las llamas muertas


y sus rastros difusos ocultos en la aurora.






Bajo la luz del desierto que frecuenta


gotean unas estrellas de muerte


colgadas bajo la violeta atmósfera


que pende sobre la arena de los dioses,


infranqueables en universos contenidos


en la eternidad trigueña.






Una sombra que


es un


ala


espectro


sacerdote


hechicero


acaso Dios


y finalmente un muerto


vuela en donde se pierde la vista


a los pies de las montañas,


fantasmas oscilantes


de un espejo forjado en los albores


del rompiente ocaso.






El estampido transformado


en el prefacio de la sangre


deja una muestra de cuan pérfida


es la inocencia a la cual alabamos,


mientras recogemos del suelo


las plumas caídas en desgracia


bajo las pisadas invisibles


de nuestros compañeros.






En la soledad infinita de la arena


basta con seguir el resplandor estelar


para ver cuanto el mundo se ha movido.

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