sábado, septiembre 29, 2007

Noche

Mi noche no termina hasta cruzar el río, subir la loma, entrar a la plácida cama, desmayarme y despertarme cinco horas más tarde, escuchando formarse el azaroso caos dentro de mis oídos. Son las once de la mañana, pero afuera aún resuenan pasos esquivos de noches bizarras.

No importa si llego ebrio o no. De todos modos hay siempre belleza en el caos.

Tiefe Brunen muß man graben / Wenn man klares Wasser will / Rosenrot oh Rosenrot / Tiefe Wasser sind nicht still

La desventura empieza entre ex compañeros. De facultad y de secundario. Sentado entre los dos, perdidos entre una charla, hablando en voz alta para tapar el crepitar de un parlante en mal estado. Dentro de una prisión que recorre otra prisión. Todas las desventuras deberían empezar del lado del boulevard Perón, frente a la Terminal. Es noche aún y recién a la vuelta se comprende.

Hay un balcón iluminado allá a lo lejos y que contempla, por encima de nosotros, la violencia tomar forma entre los puños de los hombres. Ignoramos la épica de esas manos. Seguimos caminando. Hay presagio en nuestras voces. Deseos callados de poder perdernos más allá de donde alcance nuestros sentidos.

Hay siempre belleza en el caos.

Un famoso conductor de televisión nos sirve una jarra de cerveza. Puedo ver el baile silencioso de labios que no emiten sonido alguno. Obvio, por algo es silencioso. Me siento Alex. Me siento John. Me siento Winston. Me siento alguien que cita personajes de ficción.
La jarra sigue ahí, transpirando el vacío, flanqueada por los papelitos de maní. Su esencia sigue ahí, presente entre el murmullo de parlantes y el presagio de una noche, aunque ahora son dos botellas.

Muerdo un limón y miro a la moza que nos trae la cuenta. Su morena belleza. Córdoba es demasiado cruel con los enamoradizos. O puede ser la Heineken quién hace parecerlo.

Ich muß zerstorën / Doch es darf nicht mir gehorën / Ich muß zerstören / Doch es darf nicht mir gerhorën.

Hay una ciudad que se dibuja mediante el eco de mis pasos. Hay un celular que vibra en mi bolsillo. Errantes palabras vienen, errantes palabras van. La paradoja de la comunicación. Estar pero no estar. Una reversión moderna de Hamlet.

Hay un estacionamiento caótico, que contemplo desde mi pequeñez humana. Un ascensor baja y sube, cargando autos que deposita en unos cubículos que penden de un hilo etéreo. Una ciudad llena de fantasmas. Eso es a lo que los autos les dan la espalda. Dejan los miedos colgando en la General Paz.

Frente a mí se dibuja un barco congelado en la eternidad del papel.

Erramos silenciosos. Difícil saber que suerte guía nuestros pasos hacía ese paraíso caótico de luz azul. Dentro, espera los sonidos que caen desde el techo hacía hombros vestidos y desnudos. Espera la verdadera razón de todas las desventuras que empiezan desde el boulevard Perón.

Ahí dentro toca Carlos Alfonsín.

Puedo ver musas, pero permanezco en silencio. “El ‘No’ ya lo tenés”, me miento. “Arriesgate”, juego. No hay caso. Córdoba es impiadosa con los enamoradizos y los tímidos. Por eso se carga de fantasmas.

Todas las inseguridades circulan en libertad por sus calles, y se juntan a beber en la esquina oscura de Independencia e Hipólito Irigoyen. Se ríen y charlan en torno a una jarra de cerveza holandesa, o de botellas de cerveza mexicana, mientras dejan acumularse los restos de las bolsas de maní.

Las inseguridades contemplan la morena belleza de la moza que los atiende, durante toda la larga noche.

Feuer und Wasser kommt nie zusammen / Kann man nicht binden sind nicht verwandt / In funken versunken steh ich in Flameen / Und bin im Wasser verbrannt

Carlos Alfonsín teje sobre los vinilos la parodia del caos. El ritmo nos marca, surge desde dentro de la nada misma. Se genera y se pierde, mientras absortos seguimos contemplando.

Él, Carlos, es también un espectro en mi ciudad mitológica cargada de miserias.

Hay belleza inconfundible en el caos. O puede ser la Heineken quién habla.

1 sorprendidos por semejante idiotez:

Anónimo dijo...

aguante el balconn!


wi aguante el 10 "b"