sábado, septiembre 29, 2007

Prisión

¿Cuan inmensa puede llegar a ser esa prisión que nos contiene, mi vida? Estamos los dos aquí, separados por unos escasos metros, pero puedo sentir como tu mirada viene desde mucho, mucho más allá. Agarrada del parante, veo como quieres bailotear al ritmo que esta metálica cárcel impronta sobre el asfalto, tratando de convencerte que todos los que estamos aquí no compartimos la misma desgracia. Por más que quieras, no podrás ver a través de los vidrios. Puede que sean tan oscuros como el plástico de tus anteojos.

Si es tu primera vez, no te preocupes. Las posteriores suelen ser muchos peores.

“En mis sueños hay una figura. El contorno de una figura, mejor dicho. Se acerca a través del lado de mi espejo y me mira, y parece a punto de abrir la boca, pero una sombra negra se lo impide, surgiendo de la misma nada a donde ella pertenece. El rostro toma un rictus agónico. Queda flotando en el aire un aroma a ciruelas, cargado de nostalgias.
Abro los ojos. Enfrente de mi puedo observar esa eterna distancia que me separa de la gloria y que me destierra a mis temores. Siento que soy ese fantasma que ahora se sienta y llora”.

Es cuestión de dejarse guiar por el tiempo. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Unos minutos, tal vez unas horas, hasta que tu cuerpo se canse y clame por el asiento que tienes al lado y que hiciste muy mal en ceder. Desde que la memoria es memoria esto ha sido así. Aunque ahora sean para otra cosa. En tu mirada inquisidora ¿soy sólo uno más? ¿o soy el único? Acércate y háblame, rompiendo este silencio implícito de la censura.

“Puedo verlo escribiendo en una pared, resbalando las manos a través de los ladrillos y de la sucia fachada. Deja un ébano trazo, legible, de notas resonantes en lo profundo de la inconciencia. ¿Por qué clama? Puedo sentir su sufrimiento, mientras escarba en mi mente, dejando su rastro de negra incomodidad”.

Si es tu primera vez, no te preocupes. Las posteriores suelen ser mucho peores.

Tus labios tientan al sonido. Quieren librar batalla. Se puede leer en tus ojos. Lástima que hayamos decidido dejar de leer hace mucho tiempo. Leer en estos tiempos es una guerra silenciosa, donde se deja en el campo más que el réquiem de los violines eternos. No peleamos por inmortalidad. Si estás aquí, a escasos metros, es porque sabes cuan imposible es la victoria y cuan efímero es un triunfo logrado. No luchamos por la inmortalidad, no. Nuestro legado tiene que ir mucho más allá, mucho más allá de eso.

“Muere en un agónico grito de silencio. No hay nada antes y no queda nada después. Fue sólo un fantasma perdido en el inconsciente, anhelando la misma libertad que nosotros clamamos. Sus rastros son difusos: Pintura negra, paredes grises y la sangre roja. Lo motiva la sangre. Sus ojos inyectados parecen decirlo todo. Las palabras se leen nítidas, pero hago el esfuerzo de no leerlas”.

Ante la pesadilla, despierto.

Si es tu primera vez, no te preocupes. Las posteriores suelen ser mucho peores. Sobre todo cuando hacen paro

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